fbpx
31
Vie, Oct

Economía

El informe del Radar Pyme de ENAC muestra un panorama devastador para el aparato productivo argentino. Despidos, endeudamiento y cero expectativas de inversión.

Si algo confirma el Radar Pyme del tercer trimestre de 2025, es que la recesión dejó de ser una amenaza para convertirse en una realidad instalada. La Asociación de Empresarios y Empresarias Nacionales (ENAC) lo sintetiza sin eufemismos: “la economía argentina continúa sin señales de recuperación”. ¿Qué tan grave es la situación? Lo suficiente como para que seis de cada diez pequeñas y medianas empresas trabajen sin rentabilidad alguna, y que casi un cuarto directamente pierda dinero cada mes.

El dato más duro lo soltó Leo Bilinski, presidente de la entidad: “El 13% de los empresarios advierte que podría cerrar antes de fin de año”. Es una bomba de tiempo que late en los parques industriales, en los comercios barriales, en las cooperativas, en los talleres y fábricas que sostienen empleo, producción y consumo local.

Los números del relevamiento son concluyentes: el 40,4% de las pymes reportó malas ventas, mientras que el 88% sufrió aumentos de costos. A eso se le suma que tres de cada cuatro empresas se vieron obligadas a remarcar precios, sin que eso significara mejoras en la rentabilidad. En la industria, el panorama es aún más asfixiante: el 45,9% sufrió caídas fuertes en las ventas y la capacidad operativa apenas alcanzó el 54,7%, muy por debajo del umbral razonable del 60%.

¿El origen? Multifactorial, pero con dos variables que sobresalen: salarios en picada y endeudamiento familiar récord. Hoy, los ingresos apenas cubren la subsistencia y las familias arrastran deudas que ya equivalen al 130% de sus ingresos mensuales. Sin consumo, no hay mercado. Y sin mercado, no hay industria nacional que aguante.

Por si fuera poco, el sistema financiero se volvió un callejón sin salida. El 21,3% de las pymes se endeudó para pagar impuestos y otro 20,5% para cubrir sueldos. Nada de inversión, nada de crecimiento. Apenas manotazos de ahogado para sobrevivir un mes más. A la par, los plazos de cobro se estiran (37 días promedio), pero los proveedores exigen pagos en 30. El descalce es brutal y erosiona la caja.

En lo laboral, la contracción es evidente: solo el 17,1% de las empresas contrató personal, mientras que casi el 20% despidió trabajadores. En el caso de la industria, los despidos treparon al 28,8%. El empleo pyme cayó 2,99% en el trimestre.

Frente a este panorama, el 76% de los empresarios no cree que la situación mejore y el 65% directamente renunció a la idea de invertir. ¿Las principales trabas? La destrucción del mercado interno (75%), la rentabilidad destruida (55%) y la apertura de importaciones (43%). Es un modelo que premia la especulación y castiga la producción, que protege al capital financiero y desangra a quienes generan empleo.

El gobierno nacional mira para otro lado, como si las pymes fueran un daño colateral necesario para aplicar un plan de ajuste crudo, sin anestesia. Pero el tejido productivo no se reconstruye de un día para el otro. Una empresa que cierra, no vuelve a abrir. Un operario despedido, no consigue trabajo al mes siguiente. Y una economía sin pymes, es una economía sin futuro.

Si llegaste hasta acá tomate un descanso con la mejor música