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Jue, Oct

Ciencia y Tecnología

Una nueva investigación revela que el futuro laboral no pertenece a los programadores, sino a quienes dominen el “bilingüismo digital”: pensar junto a las máquinas sin perder el juicio humano.

Hace apenas unos meses, Accenture anunció algo que muchos vieron como una contradicción: despidió a once mil personas mientras aumentaba su presupuesto para formar empleados en el uso de inteligencia artificial. En el fondo, no es una paradoja. Es un síntoma. La misma tecnología que promete eficiencia y crecimiento está reconfigurando, con cierta crueldad, las condiciones básicas para conservar un trabajo.

No se trata de un caso aislado. IBM, por ejemplo, lleva tiempo sustituyendo tareas humanas por sistemas automáticos, y al mismo tiempo crea nuevos puestos en ventas y marketing. Amazon, por su parte, recorta personal en unas áreas y contrata en otras ligadas al desarrollo de modelos de IA. La fotografía general es clara: el mercado laboral no se está encogiendo, está mutando. La pregunta ya no es si la inteligencia artificial eliminará empleos, sino qué tipo de habilidades seguirán teniendo valor cuando las máquinas aprendan más rápido que nosotros.

LA BRECHA ENTRE LA IA Y QUIENES LA USAN

En la Facultad de Negocios LeBow, de la Universidad de Drexel, un grupo de investigadores quiso observar esta transformación con lupa. Dos encuestas —una sobre la adopción de inteligencia artificial en empresas y otra sobre las expectativas de contratación— dejaron una conclusión inquietante: la mayoría de las compañías ya utiliza IA para decidir, pero menos de la mitad confía en que su gente sepa hacerlo bien.

Dicho en términos sencillos: las empresas dependen de la IA y, sin embargo, desconfían de las personas que deberían usarla. Es una grieta profunda, mientras los directivos hablan de algoritmos y automatización, muchos empleados siguen preguntándose si escribir un correo con ayuda de IA es una herramienta legítima o una trampa.

La contradicción se repite incluso entre reclutadores: casi un tercio de ellos se muestra incómodo si un candidato usa IA para elaborar su currículum o investigar salarios. Lo curioso es que esas mismas empresas utilizan IA para evaluar las solicitudes.

TRABAJOS QUE CAMBIAN, CRITERIOS QUE NO

Las áreas donde la automatización avanza más rápido —ventas, marketing, atención al cliente— son las mismas donde abundan los despidos. El problema no es que la tecnología se imponga, sino que los perfiles laborales permanecen en el pasado. Muchas organizaciones todavía piden los mismos títulos y certificaciones que hace diez años, aunque los puestos de hoy exijan competencias completamente distintas.

En otras palabras: la IA no está eliminando a las personas, está exponiendo nuestra lentitud para adaptarnos.

APRENDER A PENSAR CON LAS MÁQUINAS

Entre los hallazgos de la investigación aparece una idea interesante: la adaptabilidad tiene menos que ver con la técnica y más con la fluidez humano-IA. No se trata solo de saber programar o usar un modelo generativo, sino de comprender su lógica, cuestionar sus resultados y convertirlos en decisiones útiles.

En clase, algunos docentes lo llaman bilingüismo digital: la capacidad de desempeñarce con naturalidad entre el razonamiento humano y el pensamiento algorítmico. Los trabajadores que dominen esa mezcla serán los más valiosos. No porque sepan más, sino porque sabrán traducir lo que una máquina produce en información comprensible, aplicable y humana.

Los datos de la encuesta apuntan a algo que muchas veces se pasa por alto: la confianza es el factor que más influye en la adopción efectiva de la IA. Las empresas que fomentan un entorno donde la gente puede experimentar sin miedo a equivocarse duplican sus niveles de innovación. Allí, la tecnología deja de ser una amenaza y se convierte en una maestra.

RECAPACITAR NO ES CAPACITAR

Ocho de cada diez empleadores ya ofrecen programas de formación interna, aunque la mayoría sigue enfocada en habilidades tradicionales. Solo un tercio considera importante la formacion específica en inteligencia artificial. Es como si el futuro estuviera golpeando la puerta y las empresas siguieran enseñando a usar el picaporte equivocado.

Las compañías más ágiles no envían a su gente a cursos externos: incorporan el aprendizaje dentro del trabajo real. Permiten que sus empleados experimenten, fallen y aprendan en el proceso. No entrenan técnicos; forman pensadores digitales capaces de usar la I A sin perder criterio.

El reto no es enseñar a manejar una herramienta, sino enseñar a pensar con ella.

LOS NUEVOS OFICIOS DEL FUTURO INMEDIATO

En este cambio aparecen roles inéditos. Algunos ya tienen nombre: “traductores de IA”, personas que explican a los ejecutivos qué significa realmente un resultado algorítmico; o “coaches digitales”, encargados de ayudar a los equipos a integrar sistemas inteligentes en sus rutinas.

Son puestos híbridos, mitad técnicos, mitad humanos, y anuncian una tendencia irreversible: el valor ya no reside en la destreza manual ni en el conocimiento estático, sino en la capacidad de conectar criterio y tecnología.

En esa frontera se define la ventaja competitiva del futuro. No ganará quien domine la inteligencia artificial, sino quien sepa convertirla en sentido y en valor.

¿Y si el futuro del trabajo no consistiera en competir contra la inteligencia artificial, sino en aprender a pensar como ella sin dejar de ser humanos?

Fuente: Universidad de Drexel – LeBow College of Business. Encuesta sobre Integridad de Datos y Preparación para la IA (2025).

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