Más de 100.000 personas participaron en un estudio que revela los efectos psicológicos a largo plazo de recibir un teléfono antes de los 13 años. Los expertos piden regulación urgente.
¿Teléfonos inteligentes en manos de niños? La advertencia global que no podemos ignorar
Desde que aparecieron a principios de los 2000, los teléfonos inteligentes se convirtieron en la herramienta central de nuestra vida social. Pero esa omnipresencia tiene un costo. Según el mayor estudio global hasta la fecha, recibir un smartphone antes de los 13 años puede dejar huellas profundas y negativas en la salud mental que se manifiestan años después.
El trabajo, publicado en Journal of Human Development and Capabilities y basado en más de 100.000 participantes del Global Mind Project, encontró que los adultos jóvenes que tuvieron su primer teléfono a los 12 años o menos presentan con más frecuencia pensamientos suicidas, mayor agresividad, desapego de la realidad, problemas de autocontrol emocional y baja autoestima.
No se trata de un dato aislado: el patrón apareció en todas las regiones, culturas e idiomas incluidos en el estudio.
Un cambio de reglas en la adolescencia
Los investigadores identifican un factor clave: la exposición temprana a redes sociales. Aunque oficialmente la edad mínima de ingreso a plataformas es de 13 años, todos sabemos lo frágil que es esa barrera. La combinación entre acceso prematuro, ciberacoso, pérdida de sueño y tensiones familiares crea un terreno fértil para síntomas graves que la mayoría de estudios tradicionales ni siquiera mide.
Aquí el hallazgo más preocupante: los efectos negativos no se limitan a depresión y ansiedad. Incluyen fenómenos más disruptivos —como alucinaciones, desapego de la realidad y pensamientos suicidas— que impactan no solo a nivel individual, sino también social.
Cuatro medidas urgentes
El equipo de Sapien Labs, dirigido por la neurocientífica Tara Thiagarajan, propone actuar con la misma lógica que con el alcohol o el tabaco: restringir, regular y educar.
Cuatro ejes de intervención inmediata:
1. Programas obligatorios de alfabetización digital y salud mental en la escuela.
2. Sanciones a las empresas tecnológicas que permitan el acceso de menores a redes sociales.
3. Limitación de plataformas sociales para menores de edad.
4. Restricciones graduales de uso de smartphones según la edad.
Francia, Países Bajos, Italia y Nueva Zelanda ya aplicaron prohibiciones parciales de celulares en las escuelas, y Nueva York se suma ahora en Estados Unidos. La evidencia sobre su eficacia aún es limitada, pero apunta a mejoras en la atención estudiantil.
Una ventana crítica del desarrollo
La conclusión es inquietante: cuanto más temprano llega el primer teléfono, peores son las puntuaciones en salud mental durante la adultez temprana. Los jóvenes que recibieron un celular a los cinco años alcanzaron puntuaciones casi nulas en el índice de bienestar psicológico.
Y aunque los autores admiten que no puede hablarse aún de causalidad definitiva, la magnitud del riesgo es suficiente para justificar políticas preventivas. Como advierte Thiagarajan: “Esperar pruebas irrefutables corre el riesgo de perder la oportunidad de actuar a tiempo”.l
¿Deberíamos tratar a los teléfonos inteligentes como al alcohol y al tabaco, restringiendo su acceso en la infancia? ¿O estamos a punto de normalizar un experimento global con las mentes más jóvenes, sin saber el precio que pagarán?
Fuentes: DOI: 10.1080/19452829.2025.2518313
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