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09
Lun, Jun

Nacional

Cristina Kirchner reapareció en Corrientes con un discurso frontal: desafió al Gobierno, advirtió sobre la Corte y defendió la historia del peronismo ante el avance de la derecha.

Desde la ribera del Uruguay, en Paso de los Libres, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner confirmó su precandidatura a diputada por la Tercera Sección Electoral de Buenos Aires. Pero el verdadero impacto político de su aparición no estuvo en el anuncio formal, sino en el contenido simbólico, jurídico y estratégico del mensaje: “Si estoy tan acorralada, ¿por qué no me dejan competir y me ganan en las urnas?”

La frase fue más que una provocación. Fue una advertencia con múltiples destinatarios: el Gobierno nacional, los medios concentrados, la Corte Suprema y también ciertos sectores de su propio espacio político. En plena cuenta regresiva para la reunión plenaria del máximo tribunal —donde podría quedar firme su condena en la causa Vialidad—, CFK denunció un intento de proscripción encubierta, similar al que vivieron líderes como Lula en Brasil o Rafael Correa en Ecuador.

La cita en Paso de los Libres no fue azarosa. En su propio nombre —la libertad—, la ciudad fronteriza con Brasil le sirvió de marco para trazar un paralelismo claro con la historia reciente de Lula, que pasó por prisión, fue rehabilitado y volvió al poder. El público, entre banderas y cánticos, pareció entender el mensaje: “Cristina presidenta”.

Aunque evitó postularse a la presidencia, Cristina reforzó su voluntad de protagonismo político. Sentada sobre un taburete, sin protocolo ni eufemismos, habló durante más de una hora. Denunció el rol de la Corte, el poder económico hegemónico, y cuestionó con dureza a Javier Milei: “Manga de burros y burras, nunca vi semejante nivel de brutez”.

También repudió las declaraciones que vinculan la discapacidad con una supuesta “culpa estatal”, en clara alusión a frases recientes de funcionarios libertarios. Su tono fue frontal: “Energúmenos y bestias, ¿cómo pueden decir eso? ¿Cómo se puede ser tan h de p?”

Desde Tribunales se estudia la posibilidad de ejecutar la condena que le impediría presentarse. Cristina lo sabe. Lo denuncia. Y lo enfrenta. Su análisis es claro: la operación busca bloquear su capacidad de reordenar el tablero peronista como ya lo hizo en 2019, cuando su jugada política propició el regreso del Frente de Todos al poder.

Cristina también advirtió a propios: “No es la primera vez que alguien llega con el voto peronista y luego hace una aventura personal”. El mensaje, sin nombres, pareció dirigido a quienes desde el mismo campo popular toman decisiones en soledad, como el reciente desdoblamiento electoral de Axel Kicillof.

Con tono desafiante y apelando a la historia, recordó las elecciones de 1962, cuando Perón —desde el exilio— fue candidato simbólico. Para ella, disputar la Tercera Sección Electoral también tiene esa carga: un gesto político con proyección estratégica.

Mientras tanto, en el cuarto piso de Tribunales, los operadores del poder judicial y político hacen sus cálculos. La definición de la Corte podría dejarla fuera de competencia antes del 19 de julio. Pero si la juegan, lo hacen con la carta más riesgosa: Cristina ya no es sólo una figura electoral. Es una potencia simbólica que incomoda incluso desde una banca.

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