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Lun, Oct

Interés General

Multas a docentes, sumarios exprés en Salud e Infantería en ministerios y un gobernador que confunde autoridad con castigo y enfrenta a una sociedad que pronto hablará en las urnas.

Recientemente Claudio Vidal se mostró en escenarios de campaña (Provincias Unidas) hablando de diálogo, respeto y trabajadores adentro del sistema. Critica la soberbia, denuncia el ajuste y promete una Argentina distinta desde una supuesta “tercera posición”.

Pero en Santa Cruz gobierna al revés: multas millonarias a docentes, sumarios exprés a trabajadores de la salud, Infantería en un ministerio y juramentos judiciales desconocidos por la propia Corte. Cada paso confirma lo mismo: un gobierno sin rumbo, que confunde autoridad con apriete, firmeza con castigo.

El error de origen

Vidal parece creer que se puede conducir una provincia como se conduce un sindicato: con pulseadas, sanciones y disciplina interna. Pero gobernar no es apretar. Un sindicato se maneja, una provincia se administra. Y administrar exige consensos, planificación y bienestar social como ejes centrales.

En ese choque entre el estilo sindical y la necesidad de gobernanza radica su mayor debilidad. Lo que en el petróleo funcionaba como músculo gremial, en el Estado se traduce en parálisis, improvisación y conflictos abiertos en todos los frentes.

Incapacidad o ideología

Aquí surge la pregunta inevitable:

¿Estamos frente a un dirigente incapaz, desbordado por el tamaño de la responsabilidad que asumió?
¿O frente a alguien que, detrás de su relato de diálogo, tiene un proyecto claro: disciplinar con miedo, gobernar con sanciones y consolidar poder a través del conflicto?

Si es incapacidad, el problema es grave: un gobernador que no sabe administrar ni construir consensos.
Si es ideología, el problema es peor: significa que el autoritarismo no es un error, sino un plan.

La evidencia en Salud

El caso del Ministerio de Salud lo ilustra con crudeza. El 19 de septiembre hubo reclamos de trabajadores; la respuesta fue un sumario colectivo contra más de veinte trabajadores, resuelto en apenas cinco días. Como si no bastara, efectivos de Infantería fueron enviados al edificio.

No es incapacidad burocrática: es decisión política. No es torpeza: es voluntad de castigar.

Para pensar

Vidal prometió ser el gobernador del cambio. En la práctica, cada día demuestra más su incapacidad para gestionar y su inclinación por un estilo autoritario que confunde a Santa Cruz con un sindicato.

Pero lo más revelador está por venir. En pocos días, las urnas volverán a hablar. Y ningún dirigente con un mínimo de lucidez política puede pensar que es buena idea confrontar de manera sistemática con los sectores de la sociedad que lo votaron, que llevan casi dos años viendo degradarse su calidad de vida y que ahora tendrán la oportunidad de expresarse otra vez.

La pregunta sigue abierta: ¿Vidal fracasa porque no sabe gobernar o porque gobierna exactamente como quiere, con sanciones y miedo? Lo que está claro es que las urnas le darán la primera respuesta. Y si algo enseñan la historia y el presente de Santa Cruz es que el poder que no se administra para el bienestar, se pierde en las elecciones.

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