fbpx
13
Lun, Oct

Ciencia y Tecnología

Desde Italia, el fundador de Amazon reconoció una “burbuja industrial” en la inteligencia artificial. Pero aseguró que los beneficios serán inmensos para la sociedad.

Desde la Semana de la Tecnología en Turín, Jeff Bezos —el creador de Amazon y ahora inversor en Perplexity, una de las promesas de la inteligencia artificial generativa— dejó una frase que lo dice todo: “Esto es una especie de burbuja industrial”.

La frase se refiere al estado actual del mercado de IA. Inversiones de miles de millones en startups sin productos terminados, equipos diminutos recibiendo fondeo sin precedentes, expectativas desorbitadas sobre aplicaciones todavía en desarrollo. Es, por donde se lo mire, una burbuja. Pero para Bezos, no es una mala noticia.

A diferencia de una burbuja bancaria, como la que reventó en 2008 y arrastró al sistema financiero global, esta “burbuja industrial” —dice— tiene el potencial de dejar algo en pie. Aunque la espuma baje y muchas compañías desaparezcan, la tecnología que quede podría cambiarlo todo. “Esto es real”, afirmó. “La IA va a cambiar todas las industrias… todas las empresas del mundo”.

La reflexión no es ingenua. Bezos es parte interesada. Su inversión en Perplexity —una alternativa a Google que usa modelos de lenguaje avanzados para responder preguntas en tiempo real— no es solo financiera: es estratégica. Su respaldo funciona como aval de futuro y como señal para otros inversores. Decir que hay burbuja, pero que es una burbuja “buena”, es decir que el caos tiene sentido… si uno apuesta al caballo ganador.

¿Pero qué implica esto para el resto del mundo?

La historia muestra que las burbujas tecnológicas pueden dejar rastros útiles: internet, después del colapso del .com; los autos eléctricos, tras la fiebre verde; o las criptomonedas, más allá de los escándalos. Pero también deja heridas: concentración monopólica, desigualdad digital, exclusión laboral y dependencia tecnológica.

El problema con la narrativa de Bezos es que romantiza el delirio inversor como si fuera una etapa necesaria de la innovación. Como si las decisiones multimillonarias en capital de riesgo fueran solo ciencia y progreso, y no también apuestas especulativas donde muchos pierden. Y como si el resultado —la “época dorada” que menciona— no estuviera mediado por intereses geopolíticos, marcos legales débiles y una creciente falta de transparencia sobre el impacto real de la IA.

La inteligencia artificial sí va a cambiar el mundo. La pregunta es quién decide cómo, para qué y con qué consecuencias. Y ahí, los Bezos del mundo no solo tienen una opinión: tienen el control de las fichas en la mesa.

Si llegaste hasta acá tomate un descanso con la mejor música