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Vie, Abr

Nacional

Poco nos importa, algunos temas de actualidad hoy, cuando nos encontramos con el relato de uno de nuestros adolecentes contando como un amigo pierde la vida en sus manos en la vía publica, ámbito del cual se debe encargar el estado y para el cual cada uno de nosotros contribuimos.

“Todos los fines de semana íbamos a ese boliche. Nunca me imaginé que podía terminar así: con las manos llenas de sangre, cargando a mi amigo herido, viendo cómo se me iba sin poder hacer nada”

Estas fueron las palabras de Alan Daniel Adan de 19 años en referencia a lo que le ocurrio a Selin Tobías Mussi de tan solo 17. Jóvenes que tendrían que llevar otro tipo de vida, y por mandato si se quiere de la vida, no deberían tener que pasar por estas cosas.

Los cuestionamientos que se pudieran hacer son muchos, desde preguntarnos donde estaban las autoridades policiales, ya que todos los fines de semana miles de jóvenes asisten a este tipo de comercios nocturnos y que, de manera preventiva se supone una presencia de efectivos policiales.

El tratamiento de esta problemática es de suma importancia y se debe de tomar muy seriamente, desde todas las organizaciones sociales pero fundamentalmente desde el pilar fundacional de las sociedades que es nuestras familias, desde allí deben de salir los valores para que nuestros jóvenes puedan forjar un futuro mejor que el que nos pueda haber tocado tener.

Lo cierto es que hoy la transmisión de un sistema de valores, creencias e ideales está rota o por lo menos agrietada, porque no se encuentran soportes familiares con un sólido arraigo como para formar las bases de cada uno de nuestros jóvenes.

Esta perdida de valores esta básicamente dada en la ambigüedad de pensamiento y la ligereza del mismo, el consumismo por demás exagerado y que desde los medios se dictan los estándares de felicidad. Aquello que debería ser una transmisión lógica hacia los jóvenes, parece, en estos tiempos, estar rota o ausente en general.

Los padres de hoy y por muchísimos factores han dejado de ser, aquello que se denomina modelos de identificación para con los hijos y esto responde básicamente su ausencia. Es así que los jóvenes pierden capacidad de reflexión, ante la falta de esta figura de identificación la cual le imprimía los limites necesarios, las pautas de conducta y de convivencia.-

El desarrollo de nuestra sociedad se ha pasado de la familia patriarcal, autoritaria y dominante, a un estilo demasiado permisivo, en los que se confundió libertad con dejar hacer, sin imprimir límites indefectiblemente necesarios. Se debe dejar en claro que se puede ser firme sin ser severo, y flexible sin ser impreciso o ambiguo.

Alcoholismo, drogadicción y violencia sin fin son algunos de los gritos de demanda que provendrán de la exclusión y que señalan, mediante estas escenas, la alta conflictiva familiar y social, y el no-lugar.

En este tironeo entre pulsión de vida y de muerte, los programas televisivos, juegos en red y algunos sitios de Internet refuerzan la característica violenta de descarga. Ante la falta de modelos tradicionales, los jóvenes encuentran en los noticieros y personajes televisivos sus propios modelos. El efecto contagio y la dificultad de encontrar docentes que le sirvan de referente y sostén interior, hacen que trasladen la agresión e inseguridad, también al ámbito escolar.

Esto que periódicamente vemos y vivimos en carne propia, es ni mas ni menos que la tragedia juvenil.  En un mundo sin adultos, sin reflexión y sin códigos éticos que está arraigándose día a día en la sociedad Argentina.

Para la reflexión:

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