La proscripción de Cristina Fernández de Kirchner, respaldada por los jueces supremos, golpea fuerte la reputación internacional del país. ¿Hasta dónde puede caer nuestra democracia en los rankings globales?
Argentina anda floja en los rankings internacionales de justicia. Hoy, estamos en el puesto 63 sobre 142 países en el prestigioso Rule of Law Index del World Justice Project. Y si pensabas que la cosa no podía empeorar mucho más, mirá esto: la Corte Suprema de Justicia parece decidida a darle el empujón definitivo hacia abajo.
La reciente proscripción de Cristina Fernández de Kirchner, avalada por el máximo tribunal, no pasa desapercibida afuera ni adentro. Para una gran parte de la opinión pública argentina —y para ojos internacionales también— esto no es simple política: es puro lawfare, es decir, la utilización del aparato judicial para perseguir adversarios políticos.
¿De verdad alguien puede pensar que prohibirle competir políticamente a una figura central ayuda a la democracia? ¿Es esto fortalecer el Estado de derecho o simplemente jugar con fuego institucional?
Las consecuencias no son abstractas ni lejanas: aparecen de inmediato en rankings globales que miden claramente dos aspectos esenciales de cualquier democracia saludable: "Limitaciones al poder gubernamental" y "Derechos fundamentales". Ahí es justamente donde Argentina se está hundiendo, y donde la Corte Suprema tiene un rol protagónico.
¿Quién controla hoy a los jueces supremos cuando se perciben sesgados políticamente? ¿Hasta qué punto pueden tomar decisiones que parecen más alineadas con estrategias políticas que con la justicia real?
Si esta tendencia continúa, Argentina podría caer al puesto 70 del ranking mundial. lo que signigica que nuestro pais igualando a países donde la justicia está fuertemente cuestionada, con instituciones frágiles y de muy poca confianza internacional.
Más allá de los rankings, les cierto que surgen una pregunta fundamental y es que si la Corte Suprema de justicia Argentina es consciente del daño que está provocando? ¿Se mide realmente lo que esto significa, en términos democráticos, usar a la justicia como arma del poder económico y político?
Hoy no se trata solo de Cristina, ni de partidos, ni de elecciones. Está en juego algo mucho más grande: la salud democrática de nuestro país. Y si la Corte sigue mirando para otro lado, quizás mañana ya sea tarde para revertir la caída.
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