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Vie, May

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Así lo relató la Sargento Romero quien debió salvar la vida de un bebe de tan solo un año y medio que presentaba dificultades para respirar.

Efectivos policiales de la División Comando Radioeléctrico de Río Gallegos, vivieron una situación dramática la madrugada del pasado viernes 9. Todo comenzó como un pedido de presencia policial en una casa de la calle Alfonsín al 1200, donde habría una bebé que no respiraba. Con la premura de la situación los efectivos a cargo del Sargento Romero en compañía del Sargento Castro, el Cabo Valenzuela y el Cabo Dose, se dirigieron al lugar para encontrarse con una escena que requirió de un accionar apresurado.

Muchas personas se congregaban en torno a una pareja que tenía una bebé en brazos. “Se me está muriendo, se me está muriendo, hagan algo, sálvenla”, contó el Sargento Romero que exclamaba la madre de la bebé. Una frase que quedará guardada en la memoria de estos efectivos.

El Sargento Romero tomó la decisión de hacerse cargo de las tareas de reanimación hasta tanto llegara el personal del hospital, mientras que sus compañeros se encargaron de otra tarea no menor: tranquilizar a las personas, dado que el tumulto y las exclamaciones de susto exacerbaban el ambiente.

El Sargento Romero relató: “La puse entre mis piernas, le levanté la pera y le di una palmada en el omóplato y aunque tenía los ojos abiertos, no reaccionaba, no respiraba. Se me salió de adentro pedirle a Jesucristo que ayudara a esa bebé que se estaba muriendo”. Lejos de dejarse vencer, el suboficial lo intentó otra vez, notando que la menor parpadeó y produjo un espasmo. Las tareas de reanimación se hacían complicadas dado que debía prestar atención a la respiración de la bebé y las personas presentes no lograban calmarse ante tal apabullante escena. Romero continuó explicando que, momentos después, “la respiración comenzó a hacerse más profunda y a normalizarse dentro de los parámetros normales que conozco, ya que yo también soy papá. Ya más tranquilos, la envolví en una manta y se la di a la mamá diciéndole que ya estaba respirando”.

Sin embargo, la situación no terminaba allí, sino que, tanto el padre como un niño presente, hermano de la bebé, necesitó de la atención de los efectivos policiales, calmándolos y hablándoles para que todo el entorno volviera a la normalidad.

De los todos los sinsabores que tiene la profesión policial, el antídoto siempre es la devolución y el gesto de apoyo que la gente deposita en sus funcionarios de la seguridad. Romero comentó que, muy sorprendido escuchó que la madre le ofreció sostener a la bebé en brazos, conmoviéndolo la confianza que le tuvo, mientras ella buscaba calmarse para poder atender a su hija.

Luego que el personal de salud de hizo presente y cargo de la situación, los efectivos sintieron que la tensión contenida y los nervios afloraban en muestras de emoción profundas y estrecharon el vínculo que existe entre los compañeros de trabajo. Momentos que requieren de una frialdad y acción rápidas de personas que, en sus casas, tienen familia que los esperan y es imposible no pensar en ellos cuando se enfrentan a situaciones similares.

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